México, DF.- Elegante, con el misticismo javanés que prometió la velada, la dedicatoria de los jóvenes del grupo gamelán y su titiritero fue lo primero en oírse: “Esta flor que vamos a cortar hoy, se va hasta Ayotzinapa”.Era la Flor de la humildad, adaptación con títeres de sombra (wayang) de la versión javanesa del Ramayana, la epopeya de la tradición hindú que cuenta las aventuras del Príncipe Rama, reencarnación del dios Vishnu. Por espacio de dos horas, una de las salas del Museo Nacional de las Culturas se volvió una isla romántica del Oriente, con los metalófonos, gongs, flautas e instrumentos de cuerda de la orquesta BARUDAK-Indra Swara como proveedores de la atmósfera. Fue esta dotación de instrumentos –clásica de un conjunto gamelán– la que acompañó con suavidad los encuentros amorosos de Rama y la Princesa Sita, pero también produjo estruendo cuando ésta fue raptada por el demonio Ravana. Ante la audiencia variada que llenó el recinto, sin embargo, la figura protagónica –aunque oculta detrás de la tela en el que se proyectaban las sombras– fue el titiritero, quien manejó e hizo las voces de la miríada de personajes del Ramayana. El triunfo del bien contra el mal, recordó al final, se debió a la humildad de Rama y no a su fuerza. Ésa fue la flor que llegó hasta Ayotzinapa.