Fuente: diario Clarín online
Generación vegetariana: más adolescentes dejan de comer carne e impulsan un cambio alimentario.
Del “nene no me come” al “nene no come alimentos de origen animal”, ese pasaje marca las nuevas preferencias alimentarias de los adolescentes que, cada vez con más frecuencia, eligen ser vegetarianos y veganos.
Es cierto que el vegetarianismo no es nada nuevo -la primera Asociación Vegetariana se fundó en Inglaterra en 1847-, pero crece a pasos agigantados y ya salió de los márgenes para compartir escena con la dieta tradicional.
Se comprueba al ver la cantidad de productos a base de plantas en dietéticas y supermercados y también en la oferta gastronómica, tanto en restaurantes veganos como en clásicos, donde se suele ofrecer, al menos, una opción veggie.
Las cifras lo convalidan: según un estudio que Kantar realizó en julio del año pasado, ya un 9% de la población argentina es vegana o vegetariana.
La distribución etaria de ese porcentaje se desconoce; solo hay datos de otros países, como Inglaterra, donde la mitad de los veganos tienen entre 15 y 35 años, de acuerdo a un informe de la consultora Ipsos Mori.
Que esta elección cale fuerte en los adolescentes no es sorpresa. “Es una etapa de la vida de enfrentamiento a los parámetros de las generaciones anteriores, implica juzgar la cultura alimentaria de los padres”, indica Jorge Yabar Bilbao, médico pediatra y miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Desde otra perspectiva, Mariela Mociulsky, CEO de Trendsity, consultora especializada en tendencias, explica por qué la onda verde en la alimentación pega tanto entre los adolescentes: “Siempre están a la vanguardia y muestran una gran apertura a modificar ciertos hábitos de consumo” y aclara que entre las motivaciones se destacan “el cuidado del medioambiente y el respeto a los animales, por eso muchos lo toman como una causa de lucha y militancia”.
¿Cuándo empezó el fenómeno? “Se ve desde hace unos siete años”, asegura Pablo Posternack, médico pediatra especialista en adolescentes del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y detalla que la mayoría de los que adoptan estos regímenes tienen “alrededor de 14 años”.
Desde su restó Estilo Veggie, Lucas Marion da fe de esta realidad: “Antes de la pandemia, un montón de adolescentes salían del colegio y elegían comer en el restaurante. Muchos ni siquiera son veganos, pero acompañan a amigos que sí lo son porque saben que acá pueden comer sano y rico”.
Cuando Marion abrió, allá por 2017, solo un nicho conocía términos como “veganismo” o “plant based”, y aunque hoy está todo más claro, todavía es común que se confunda a los veganos con los vegetarianos.
Sin embargo, el veganismo implica una filosofía de vida que, al combatir el maltrato animal trasciende los alimentos: sus cultores, por ejemplo, tampoco usan ropa de cuero ni visitan zoológicos.
Dentro del vegetarianismo, hay diferencias. Por un lado, están los ovo lacto vegetarianos, quienes solo suprimen las carnes, pero comen lácteos y huevos. Por otro, los ovo vegetarianos, que excluyen solo los lácteos y las carnes; y también los lacto vegetarianos, que consumen lácteos, pero no huevos ni carnes.
Aunque parezca un dato menor, los alimentos que separan a una categoría de la otra tienen un gran impacto a nivel nutricional.
Los nutrientes más comprometidos en todos estos regímenes son la vitamina B12, el hierro, el calcio, la vitamina D, el zinc y el Omega 3. Por eso, no es lo mismo una persona que consuma huevos -ricos en vitamina B12, hierro, zinc y calcio- o lácteos que una que no.
“No hay fuentes confiables de vitamina 12 en los alimentos vegetales, por eso hoy en día se suplementa, incluso en los ovo lacto vegetarianos. Hay que dosarla y ver si hay deficiencia, lo que sucede en la mayoría de los casos”, indica la nutricionista María García, coordinadora de la Licenciatura en Nutrición en la Universidad Isalud.
Yabar Bilbao tiene un “pacto” con los pacientes que quieren incursionar en estos hábitos alimentarios. “Los derivo a un nutricionista y les hago un análisis de sangre; a los seis meses, cuando están en plena dieta, los repito. Muchas veces encuentro que tienen la B12 y el hierro por el piso”, señala.
En 2018, tras informarse sobre “los efectos negativos de la carne animal en la salud y medio ambiente”, Carolina Capaccio, de 17 años, decidió hacerse vegetariana. En esa primera etapa se controló con un nutricionista; además, cada seis meses se realiza un análisis de laboratorio para ver sus valores. “Siento que estoy dando un granito de arena al planeta y que al mismo tiempo mi cuerpo se siente muy contento con este tipo de alimentación. Yo era fanática de las milanesas de carne, pero saber el impacto que tienen en la vida de los seres vivos es mucho más importante que el paladar”, sostiene.