por Arjuna Sakha das
El futuro cantante Gustavo Pelado Cordera conoció al tecladista Juan Subirá y al bajista Pepe Céspedes una noche de 1987 en La Casa de las Artes de la Vieja Avellaneda, un centro cultural porteño que congregaba a distintos artistas under de Buenos Aires. En su primer encuentro improvisaron lo que luego sería la canción Hociquito de Ratón. Aunque al comienzo se hicieron llamar Henry y la Palangana, muy pronto optaron por el estrambótico nombre de Bersuit Vergarabat. Así, a mediados de 1989, comenzaron a girar por el circuito de rock de Capital Federal.
A lo largo de los años, el grupo lanzó once álbumes, editó tres DVD´s y fue objeto de un libro de entrevistas. La banda trabajó con músicos reconocidos como Gustavo Santaolalla, y giró por España, Inglaterra, Estados Unidos, México, Chile, Venezuela, Colombia, Costa Rica, Uruguay, Perú, Nicaragua, Ecuador y Puerto Rico. El combo alcanzó ventas de doble y triple platino, y tuvo convocatoria suficiente para colmar dos veces el estadio de River Plate.
En 2009, el conjunto finalmente llegó a un paréntesis. En aquel entonces, Cordera y Subirá aprovecharon para iniciar sus respectivas carreras solistas, mientras los demás miembros de la banda conformaron un nuevo proyecto llamado De Bueyes. Dos años más tarde, y con la sorpresiva ausencia del Pelado, Bersuit volvió al ruedo.
La placa que marcó el regreso de la agrupación se llamó La Revuelta y fue lanzada por Sony en 2012. El disco fue producido por el renombrado Cachorro López, y contó con la participación de Andrés Calamaro y Vicentico. El primer corte de difusión del álbum fue el tema Cambiar el alma. El estribillo de la canción dice lo siguiente: “No se puede cambiar, no se puede cambiar el alma”.
SIEMPRE EL MISMO
Una de las primeras lecciones del Bhagavad Gita tiene que ver justamente con la inmutabilidad del alma:
nāsato vidyate bhāvo
nābhāvo vidyate satah
ubhayor api drsto ’ntas
tv anayos tattva-darśibhih
“Los videntes de la verdad han concluido que, de lo no existente (el cuerpo material) no hay permanencia, y de lo eterno (el alma) no hay cambio. Esto lo han concluido del estudio de la naturaleza de ambos” (BG 2.16).
Sólo una persona con una comprensión trascendente es capaz de diferenciar entre materia y espíritu. Aham brahmāsmi: yo soy el alma (Brihadaranyaka Upanishad 1.4.10). Aquellos que conocen la Verdad Absoluta entienden perfectamente que nuestra verdadera identidad no es el cuerpo, sino el alma. No somos seres físicos con experiencias espirituales, sino seres eternos atravesando una momentánea situación material.
Su Divina Gracia A.C. Bhaktivedanta Swami Srila Prabhupada nos enseña en su comentario del Bhagavad Gita 2.16 que “el cuerpo cambiante no perdura. La ciencia médica moderna admite que el cuerpo está cambiando a cada instante por las acciones y reacciones de las diferentes células, y que, en virtud de ello, el cuerpo crece y envejece. Pero el alma espiritual existe permanentemente, manteniéndose igual pese a todos los cambios del cuerpo y la mente. Ésa es la diferencia entre la materia y el espíritu. Por naturaleza, el cuerpo siempre está cambiando y el alma es eterna. Esta conclusión la establecen todas las clases de videntes de la verdad, tanto personalistas como impersonalistas. Las palabras existente y no existente se refieren únicamente al espíritu y la materia. Eso lo dicen todos los videntes de la verdad”.
EL TIEMPO NO PARA
Esta idea, la diferencia entre cuerpo y alma, no es nueva en Occidente. De hecho, existe desde hace siglos y forma parte de los cimientos de nuestro pensamiento contemporáneo.
Parménides de Elea nació entre el 530 a.C. y 515 a.C., en una colonia griega al sur de lo que hoy es Italia. Fue político, médico y filósofo. Su única obra es un poema del cual apenas han sobrevivido unos muy pocos fragmentos por medio de citas de otros autores. Sin embargo, Parménides es considerado el fundador de la metafísica occidental, y su pensamiento fue de una enorme influencia para clásicos antiguos como Zenón de Elea, Empédocles, Anaxágoras, Platón y Aristóteles.
Sobre la naturaleza, el trabajo de Parménides, consta de una introducción (Proemio) y dos partes (La vía de la verdad y Las opiniones de los mortales). El poema relata el encuentro del “hombre que sabe” con la diosa Dice, la personificación de la justicia, y narra la conversación que nace entre ellos.
A lo largo del diálogo, Dice afirma que “lo que es, es, y también, no puede que no sea”, mientras que “lo que no es, no es, y también es preciso que no sea”. La diosa explica que es imposible que “nada” sea. Para que “el hombre que sabe” pueda alcanzar la verdad, éste debe apartarse de “las opiniones de los mortales” quienes, arrasados por una mente errante, creen que lo existente y lo no existente son una misma cosa.
Parménides teoriza acerca de un ente (sujeto ontológico) “eterno, ingénito e imperecedero”; “uno, continuo y homogéneo”; “eterno y perfecto”. Queda claro entonces que ya en la antigüedad presocrática, los filósofos de Occidente comprendían cabalmente la indudable diferencia entre materia y espíritu.
Sus palabras helénicas se asemejan mucho a la milenaria sabiduría védica. Según El Bhagavad Gita, lo que cambia en realidad es el cuerpo material y no el alma inmortal. La transformación de la materia (propiciada por el proceso de envejecimiento) no afecta al espíritu (que es eterno por naturaleza). El alma simplemente transmigra a otro cuerpo al momento de la muerte. La dicotomía entre cuerpo físico mortal y alma espiritual imperecedera confunde a las personas desinformadas acerca de la trascendencia.
dehino ’smin yathā dehe
kaumāram yauvanam jarā
tathā dehāntara-prāptir
dhīras tatra na muhyati
“Así como en este cuerpo el alma encarnada pasa continuamente de la niñez a la juventud y luego a la vejez, de la misma manera el alma pasa a otro cuerpo en el momento de la muerte. A la persona sensata no la confunde ese cambio” (BG 2.13).
Srila Prabhupada nos explica en el significado de ese verso que “como cada entidad viviente es un alma individual, el cuerpo de cada una de ellas está cambiando a cada momento, manifestándose a veces como un niño, a veces como un joven y a veces como un anciano. Sin embargo, se trata de una misma alma espiritual, y ella no sufre ningún cambio. A cualquier hombre que tenga conocimiento perfecto acerca de la constitución del alma individual, la Superalma y la naturaleza —tanto material como espiritual—, se lo conoce como dhīra, o un hombre sumamente sensato. A un hombre de esa clase nunca lo confunde el cambio de cuerpos”.
ALMA MIA
Sobre el final de la canción, Bersuit canta “No se puede amarrar, no se puede encerrar, no se puede cambiar el alma. No se puede matar, no se puede vaciar, no se puede cambiar el alma”.
Esto también se reafirma en El Bhagavad Gita:
nainam chindanti śastrāni
nainam dahati pāvakah
na cainam kledayanty āpo
na śosayati mārutah
acchedyo ’yam adāhyo ’yam
akledyo ’śosya eva ca
nityah sarva-gatah sthānur
acalo ’yam sanātanah
“Al alma nunca puede cortarla en pedazos ningún arma, ni puede el fuego quemarla, ni el agua humedecerla, ni el viento marchitarla. Esta alma individual es irrompible e insoluble, y no se la puede quemar ni secar. El alma está en todas partes, y es sempiterna, inmutable, inmóvil y eternamente la misma” (BG 2.23 – 24).
No es posible limitar ni destruir el alma. Debido a su naturaleza infinita e inmortal, el alma esta exenta de restricción y muerte. En sus comentarios a estos dos versos, Srila Prabhupada nos confirma que “todas estas cualidades del alma atómica demuestran de modo categórico que el alma individual es eternamente una partícula atómica del todo espiritual, y que eternamente sigue siendo el mismo átomo, sin ningún cambio”.
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