Por el Arzobispo Eric Escala, de la Iglesia Anglicana continuante | 25 de septiembre de 2022
Este pasado domingo tuve la oportunidad de visitar el templo de ISKCON en Buenos Aires, vale decir que fue una experiencia muy linda.
Había leído muchos libros de Su Divina Gracia Abhay Caranaravinda Bhaktivedanta Swami Prabhupāda “El hombre que construyó una casa en la que todos pueden vivir”.
Debo decir que es muy cierto…
Aunque éramos pocos visitantes, fuimos recibidos con todo el cariño y aprecio de la comunidad.
Su Gracia Baladeva das, con quien comparto diálogos interreligiosos, nos había invitado, venía de Mendoza a visitar a los devotos de Buenos Aires y aprovechamos para vernos.
Cuando pasé por la puerta del templo me transporté a la India mística, los colores y el olor a incienso bañaban el lugar, había devotos de la conciencia de Krishna en la entrada que nos recibieron con mucha alegría… contagiaban paz.
Se escuchaban cantos y muchas voces en el aire, también pude apreciar los libros que tenían en la entrada con muchas enseñanzas, sus portadas invitaban a abrirlos.
Un devoto amablemente me llevó al templo donde después de dejar mis zapatos afuera, entramos.
Yo no estaba al tanto de la presencia de Prabhupada, era una imagen (murti) que llamaba la atención… era como si el Swami estuviera en cuerpo y alma; luego vi a algunos de los integrantes de ACeI (Acción Cultural e Interreligiosa) su coordinadora, Judith Juan, Leonel Tribilsi (Investigador Científico), Inderveer Kahur (Comunidad Sikh Dharma), Jorge Stein (Cienciología), y Ruben Hazan Zubi, quienes también habían sido invitados.
Las canciones llamaban a la meditación pero no como estamos acostumbrados personalmente y en silencio, sino a tomar conciencia de todo lo que nos rodea, los seres vivos, las plantas y el universo en una sola conexión.
Su Gracia Baladeva das nos presentó a todos los asistentes a la charla y habló un poco en su clase sobre el diálogo interreligioso, también nos permitió hablar con los hermanos en un espíritu de aprendizaje mutuo, realmente muy acogedor.
Una cosa que me llamó la atención del templo fueron sus pinturas, sus ventanas y el altar, fue como volver a mi juventud, a mis años de filosofía cuando visitábamos el templo hindú, al entrar nos descalzábamos y tocábamos una campana mientras te parabas en el centro del templo y saludabas a los cuatro puntos cardinales.
En la pared del templo cuando miras hacia arriba, el nombre de dios estaba escrito en sánscrito, había columnas con varias deidades pero en el altar principal estaba la deidad vestida de acuerdo a la ocasión, al ver el altar me transportó a esos años.
Pude aprender una hermosa oración que habla de respeto y amor por el otro, del hermano de otra casa religiosa.
“Aquí se adora a mi adorable Entidad Suprema, (Dios de una manera diferente a como yo adoro). Debido a que practico de manera diferente, no puedo entender completamente el sistema que ellos siguen, pero verlo me hace sentir más aprecio a mi propio sistema. Me inclino y me postro ante este símbolo de Mi Señor como ahora lo veo en este lugar, y ofrezco mi oración al Señor, quien ha adoptado este símbolo distintivo, pidiéndole que aumente mi amor por Él”.
Bhaktivinoda Thakur (1838-1914)
Después de la clase por fin pude abrazar a mi hermano con quien charlo todas las semanas y quien me da sus consejos, también pudimos vivir la experiencia que tienen los devotos después de la clase, dividen el templo en dos, hombres y mujeres bailan por separado mientras cantan “Hare Krishna, Krishna Krishna, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare”.
Mientras bailaban y cantaban, el ambiente se llenaba de un espíritu festivo, recordándome la danza que realizan los catecúmenos después del servicio o las danzas de algunas comunidades judías en momentos especiales.
Después de esto bajamos al comedor donde nos esperaba la mesa y el prasadam (comida espiritualizada) (me olvidé de llevar el tupper para traer más prasadam a mi casa), mientras charlábamos pudimos disfrutar de la comida, en la que la misericordia de Dios se manifiesta, para nuestra teología la misericordia es el amor de Dios que va más allá de la razón del hombre, que mejor manera de simplificar esto que a través de la comida, muy rica… la última vez que comí prasadam fue en el templo de Bogotá cuando era teólogo alumno, en esa época teníamos un maestro adelantado a su tiempo que nos enseñaba religiones comparadas, él decía “no se puede hablar de lo que no se sabe…”, por lo que nos enviaba a visitar diferentes religiones, en esos años el diálogo interreligioso era impensable.
Lo más triste de todo fue la despedida, realmente cuando Prabhupada pensó en construir un hogar para todos, tenía razón, la experiencia te invitaba a quedarte; nos despedimos muy contentos y con ganas de volver.
El lunes cuando desperté aún tenía en mi mente esa experiencia y cuando recuerdo siento los olores, sabores y el calor de los devotos.
Muchos detalles de la experiencia los tengo reservados en mi mente y corazón ya que son tan especiales que quiero atesorarlos de una manera muy especial.
Agradezco a mi hermano, Su Gracia Baladeva das por su amistad y su invitación a compartir con los hermanos de Conciencia de Krishna en Buenos Aires, esta experiencia tan enriquecedora para mí y todos los hermanos que pudieron estar presentes.
Muchas bendiciones y gracias de nuevo.